Por Emmanuel Velázquez
Hablar sobre María la madre de Jesús conlleva un sinfín de temáticas…
Como es sabido, los escritos sagrados nos relatan que el ángel Gabriel se le aparece a esta joven de Nazaret para darle el anuncio de una encomienda única y muy especial: ser la madre del salvador del mundo.
Cabe señalar que la joven María estaba comprometida con José, el carpintero, ante tal situación surge la interrogante ¿Cómo será esto posible? Si aún no se ha casado. El ángel le responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo tanto, el santo ser que nacerá será llamado hijo de Dios”.
Enfrenta problema
Ahora, María se enfrenta ante un grave problema, podría ser acusada de haber faltado a sus votos, pues la ley de aquel tiempo exigía la pena de muerte bajo lapidación, es decir, ser apedreada.
A pesar de esta circunstancia, la fe de María es mayor, su convicción y confianza en Dios la llevan a pronunciar: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.
Una vez que aquel ángel resuelve las dudas referente a la concepción milagrosa a su comprometido José, ambos emprenden el camino hacia lo que hoy se conoce como la Navidad, el nacimiento de Jesús en Belén de Judea.
Sin duda, el Creador vio con gracia a la joven María por sus virtudes de obediencia, amor y consagración, de entre todas las mujeres fue elegida para ser un vaso sobre el cual se gestara el salvador.
En la actualidad
Hoy, a nosotros el Señor también nos elige por su gracia y su misericordia haciéndonos un llamado a la salvación eterna de nuestra alma. Sin embargo, como creyentes, día a día enfrentamos diversos retos en la vida práctica y en el camino hacia la salvación; por ello, es necesario echar mano de la fe, y no de una fe infundada, sino de aquella que involucra el razonamiento y la convicción.
María solicitó al ángel una explicación, ella quedó complacida, y obedeció al mandato; nosotros también podemos solicitar la asistencia divina en cada circunstancia adversa que podamos enfrentar; sin embargo, nuestro compromiso no termina ahí, ¿estaremos dispuestos a obedecer como María y responder: “He aquí tu siervo (a) hágase conmigo conforme a tu palabra”?
“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.