Por Oscar Zepeda
Si ustedes fueron criados a finales de los 70, principios de los 80, y aun a principios de los 90, y no se diga en fechas anteriores, ir a la escuela era otro rollo.
El maestro tenía autoridad, y esta era delegada en su totalidad por nuestros padres y se respetaba en toda la extensión de la palabra.
Caer con el dire de la escuela, en tiempos de primaria, era una pesadilla, tuvieras o no tuvieras vela en el entierro, sabías que te iba a ir como en feria.
Recuerdo que mi padre llegaba de repente a la escuela y se paraba en la puerta de mi salón de clases, y le decía al profe: “Cómo se está portando el muchacho, profesor; dígame que vara le traigo para que lo alinee si se porta mal”.
Y pa’cabarla, mi mamá por un lado con un vaso de leche para que me la tomara en ese momento, no sé qué era más bullying, si dejar el vaso vacío delante de todos o que me diera mis cocos el mayor de la clase, creo que lo primero.
En fin, y se preguntarán, mis queridos tres o cuatro lectores, a qué viene todo esto, pues simplemente a que la educación empieza en casa, donde nuestros padres o nosotros como padres debemos estar al pendiente de nuestros hijos en todo momento.
Este asunto de la violencia en la prepa pública de Waukegan ya llegó a su límite y hay un grupito de chamacos que se están saliendo del huacal haciendo de las suyas.
Obviamente, algo muy serio pasa en sus hogares que hace que estos chavos vayan y se desquiten con otros alumnos, y todo el que se les atraviese.
Ya son pleitos, armas punzocortantes, olor a mariguana, según nos dicen, y ya no se sabe si es casa de estudios o casa de delincuentes.
El problema es que por unos cuantos la llevan los chicos que en realidad buscan un mejor futuro a través de la educación.
También, hay temor de los padres de que sus hijos vayan a la escuela por temor a que los vayan a lastimar en determinado momento, de lo cual no los culpo, tienen toda la razón.
Pero… se podrá rescatar esta generación y las que vienen, cuando la problemática radica en familias disfuncionales, jóvenes involucrados en drogas, pandillas y otros malos caminos.
Las escuelas no son guarderías, mucho menos reformatorios, su compromiso es garantizar un nivel académico de calidad y brindarle al alumno los recursos necesarios para lograrlo.
Se necesita mucho por hacer, padres involucrados, que no lo hay, organizaciones civiles que participen, políticos que actúen, y no sólo quieran tomarse la foto para ganar adeptos, autoridades al pendiente, maestros comprometidos con la educación y escuelas en condiciones para que esto funcione.
Tomará tiempo, claro que sí, así que es tiempo para dedicarle esos minutos de calidad que requieren nuestros hijos, y es mejor ahora que ir a dar el regaño o consejo cuando estén tras las rejas.
Que tengan un excelente fin de semana.