Por Oscar Zepeda
Por fin, esta semana Robert Crimo III se declaró culpable de la masacre del pasado 4 de julio de 2022 en Highland Park, Illinois donde mató con arma de asalto a 7 personas, entre ellas a un hispano, mexicano, por cierto, y dejó heridas a muchas otras que fueron al desfile para compartir con la familia.
En abril será sentenciado, y sin duda, la única forma en que saldrá de la cárcel será con los pies por delante, pues les esperan varias cadenas perpetuas, o sea, de por vida.
El daño está hecho, y ahora no solo las familias afectadas seguirán sufriendo y extrañando a sus seres queridos, sino toda una comunidad que aún no termina de entender que pudo haber pasado por la mente de Crimo para llegar a esas fatales consecuencias.
Ese día estuve en Highland Park minutos después de saber de la trágica noticia, y me vienen los recuerdos de esa calle del desfile, desalentador, juguetes de niños abandonados por todos lados, banderas, adornos, dulces, bicicletas.
Fueron minutos de verdadero terror, de correr para salvar sus vidas, de esconderse para no ser impactado por una bala y de no saber qué hacer para estar a salvo.
Crime fue detenido esa tarde luego de darse a la fuga, la comunidad y cuerpos policiacos lo buscaban por cielo, tierra y lagos, hasta que fue arrestado en la ruta 41 en North Chicago.
Las autoridades policiacas dieron a conocer oficialmente el arresto y lo que venía para el tirador, y después de dos años, se declara culpable de haberle quitado la vida a esas inocentes personas que sólo fueron a disfrutar del desfile patrio.
Después vino una aparente calma, el delincuente había sido detenido y las personas exigían justicia, aunque nadie entendía por qué lo había hecho.
El punto de reflexión es cómo podemos detectar si algo similar ocurre en nuestro hogar, si nuestros niños, a quienes juramos conocer de pies a cabeza, no atraviesan por alguna situación complicada en la escuela o en nuestro mismo techo.
Es importante tomarnos unos minutos para verlos, saber qué hacen, cómo actúan, si su estado de ánimo cambia de un día para otro, hablar con ellos, reconocer sus triunfos por pequeños que sean o transmitirles esa confianza que día a día necesitan.
No, no es fácil cuando vivimos en un mundo de múltiples ocupaciones, dos trabajos, problemas laborales, maritales, deudas económicas, en fin, pero la pregunta al final de día es: ¿Por quién hacemos todo esto?
Ellos sólo ocupan unos minutos de calidad al día, creo que, aunque suene muy poco, no todos podemos con esa valiosa tarea para conocer a nuestros hijos.
Hasta la próxima y que tengan un excelente fin de semana.
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