Salud ósea y la Vitamina D

Ahora que ya lo sabe, no deje de consumir la vitamina D.

La vitamina D es una vitamina liposoluble, pero se diferencia de otros nutrientes en que los humanos, como otros animales, podemos sintetizarla de forma endógena por la acción de la luz solar sobre la piel, que transforma el 7-dehidrocolesterol en colecalciferol o vitamina D3.
La mayor parte procede por esta vía (alrededor del 80%), pero también debemos obtenerla a través de la dieta (20% restante). De forma similar, las plantas, hongos y levaduras sintetizan vitamina D2, por acción de la luz solar sobre el ergosterol.

Regula niveles de calcio
Una de las funciones principales y más conocida de la vitamina D es regular los niveles de calcio y del fósforo en nuestro organismo, por lo que es una vitamina fundamental para el mantenimiento de la salud ósea.
La deficiencia severa causa raquitismo en niños y osteomalacia en adultos1,2, aunque esta situación es poco frecuente en los países desarrollados. Sin embargo, la deficiencia subclínica es más prevalente y un bajo estatus en vitamina D aumenta el recambio óseo, disminuye la densidad ósea y se asocia a un mayor riesgo de fracturas y osteoporosis. Si tenemos en cuenta que la población cada vez está más envejecida y que la prevalencia de esta enfermedad aumenta con la edad, es de esperar que la prevalencia de osteoporosis aumente en los próximos años, lo que pone de relieve la importancia de vigilar la situación nutricional en vitamina D.

Disminuye triglicéridos
Además de esta función clásica en la salud ósea, la vitamina D puede actuar sobre varios factores de riesgo cardiovascular3. Disminuye la síntesis de triglicéridos y aumenta los niveles de colesterol HDL, mejorando la colesterolemia. También reduce el riesgo de hipertensión porque disminuye la actividad plasmática de la renina y la actividad de la paratohormona. Y reduce el riesgo de diabetes al aumentar la secreción pancreática de insulina y la sensibilidad de los receptores periféricos a esta hormona.

Regula tejidos
Por último, podríamos resaltar que la vitamina D está implicada en la regulación de múltiples procesos celulares. Algunos tejidos y células, como los macrófagos, el cerebro, el tejido mamario, la próstata, o el colon, tienen capacidad de activar la vitamina D (es decir, convertir el 25(OH)D en 1,25(OH)2D).
Estas células tienen capacidad de expresar receptores de vitamina D, y cuando interaccionan, se activan procesos metabólicos muy importantes relacionados con la reparación de ADN (el material genético), la defensa antioxidante, y la regulación del crecimiento y diferenciación celular4. Por esta razón, la deficiencia en vitamina D se ha relacionado con otras enfermedades como las respiratorias, cáncer, infertilidad, e infecciones víricas5.
Bajos niveles de vitamina D aumentan el riesgo, severidad y morbimortalidad de muchas patologías respiratorias, como el asma, la tuberculosis, infecciones respiratorias virales y posiblemente COVID-195,6.
Precisamente el hecho de que en los últimos años se haya reconocido la importancia de la vitamina D en todas estas funciones extraóseas es lo que ha hecho que se hayan replanteado las ingestas recomendadas y también los valores de referencia para establecer las diferentes situaciones clínicas, que están en constante debate y revisión.

Está en ciertos alimentos
La vitamina D se encuentra de forma natural en muy pocos alimentos. Al ser liposoluble se localiza principalmente en las partes grasas de los alimentos, y también es abundante en el hígado de animales (donde se almacena). Una de las principales fuentes alimentarias de vitamina D son los pescados, especialmente los azules por ser más grasos, como la palometa, jurel, salmón, sardinas, atún, o la dorada (tabla 2)24. También es de destacar el huevo, ya que dos unidades aportan aproximadamente 1,8 mg de vitamina D, que se localiza principalmente en la yema. Y por último los productos lácteos, especialmente los quesos curados.